Título: Luz de febrero
Autora: Elizabeth Strout
Traducción:
Juanjo Estrella
Editorial:
Duomo
Colección: Nefelibata
Nº de páginas: 368
Primera edición: febrero
2021
ISBN: 9788417761417
Género: Narrativa actual,
intimista
Autora
Su primera novela, Amy e Isabelle, fue
nominada al Premio Orange y el Faulkner. A partir de entonces, su vinculación
con el mundo de las letras se estrechó, siendo profesora de Escritura Creativa
en universidades como Colgate o la Queens de Charlotte.
En 2009 logró un gran éxito con su novela Olive
Kitteridge, obra que fue galardonada con el Premio Pulitzer de
Ficción, uno de los más importantes que se otorgan en los Estados Unidos. Ha
sido traducida a más de cinco idiomas y recibió una adaptación televisiva en
formato de miniserie
Sinopsis
En Crosby, un pequeño pueblo en la costa de Maine, no
suceden muchas cosas. Y sin embargo, las historias sobre la vida de las
personas que viven allí contienen un mundo entero. Está Olive Kitteridge, una
maestra jubilada, irascible, indecorosa, de honestidad inquebrantable. Tiene
setenta años y aunque es más dura que una roca, sintoniza con los matices del
alma humana.
Está Jack Kennison, antiguo profesor de Harvard, que
busca desesperadamente la cercanía de esa extraña mujer, Olive, siempre tan
Olive. Su relación tiene la fuerza de quienes se aferran a la vida.
Una novela conmovedora que habla del amor y la
pérdida, de la madurez y la soledad, y de esos inesperados instantes de
felicidad.
Opinión
No había leído nada de esta autora y cuando Laky desde
su blog Libros que hay que leer hizo el concurso no me lo pensé. Me tocó y me tocó bien. Quién me iba a
decir que una novela tan sencilla iba a poner mi corazón patas arriba.
Estamos en Crosby, una pequeña ciudad de Maine y
tendremos una serie de personajes que van a tener sus historias, pequeñas y
cotidianas pero llenas de una realidad que te deja sin aire. Como he dicho son
historias distintas, algunas tienen su continuación, pero al final van a caer
sobre los hombros de Olive Kitteridge. Ella es una maestra de escuela ya
jubilada, viuda, con un hijo ausente con el que casi apenas tiene relación y
mucho menos desde la muerte de su marido, Henry. Es una mujer ácida,
cortante, con las ideas muy claras, odia a muerte al tipo del pelo naranja y no
está dispuesta a soportar ningún tipo de ataque de tipo xenófobo. Y aunque
parezca imposible tiene una enorme capacidad de empatía, algo que podría
resultar extraño a primera vista, porque otras veces es capaz de meter unos
cortes de los que hacen historia.
A veces se pregunta si es buena madre, su hijo Christopher
está lejos, se fue y ahora tiene una nueva familia con dos chicos que ha
aportado su nuera y dos en común, Henry de dos años, y una nieta que no conoce
aún, de seis semanas. Todos se han convertido en extraños, educan de distinta
forma y se comportan de un modo muy diferente a como lo hizo ella. Cuando
comencé ese capítulo me dio miedo de qué podía llegar a pasar.
También está Jack Kennison que con su tranquila
forma de ser ha conseguido poco a poco acercarse a ella y hacerse un hueco en
su vida. Olive ya no les cuenta las cosas que ocurren en el pueblo a un
fantasma, se las contará a él, que intentará solo estar a su lado y no
juzgarla, le aportará serenidad y nuevas experiencias a la vida de una mujer
que tiene las narices de ayudar a parir a una mujer en medio de una fiesta,
pero que sin embargo nunca se ha hecho la pedicura. Tendrá el coraje de agarrar
de la mano a una mujer que tiene miedo, sin darle la menor importancia,
convirtiendo un sencillo gesto en algo inmenso.
Y va pasando el tiempo, en total casi diez años, trece
capítulos, y los vecinos dejan de serlo, unos mueren, otros dejan de poder
valerse por sí mismos, unos acabarán en una residencia, otros en un hogar
común, donde el temor a no encontrarse por la mañana es algo increíblemente
real. Para ello establecerán códigos que les darán confianza.
No hay una actividad intensa, un ritmo firme, hay una
leve y rotunda cotidianidad; lo especial es cómo está narrado, con esa forma
mágica que te hace sentir parte de la historia, te llena de incertidumbre, de
zozobra, de cariño, de miedo, de nostalgia, y de amor, porque el tiempo pasa, y
aunque los protagonistas no lo admitan es un hecho que les afecta, y pierden
salud, pierden memoria y con ello pierden la que era su esencia.
Vas notando como la tristeza se te va asentando en la
boca del estómago, la inquietud, pero no puedes dejar de leer porque la belleza
de la forma en la que está escrita te va impregnando y las lágrimas caen, por
dentro y por fuera, porque esa Luz de Febrero es la que ves al salir a la
ventana, la que has estado contemplando este año infame y te das cuenta de lo
mal que lo han tenido que pasar esas personas mayores, sobre todo las que viven
solas, las que se han visto abrumadas por esa ausencia de normalidad.
En resumen, un libro escrito con una gran sensibilidad,
de una prosa elegante, sencilla, que toca temas de un gran espectro emocional,
en las que, aunque la vejez con todas sus implicaciones y la muerte son los que
predominan, es precisamente un canto a la vida y a esa esperanza que no se
apaga hasta el último suspiro. Os lo recomiendo de corazón, os puede parecer
duro, pero es muy bello, al menos a mí me lo ha parecido.
“La soledad le provocaba llagas. No había
tenido ese sentimiento en toda su vida; eso pensaba mientras se movía por la
casa. Tal vez era que el terror, finalmente, se estaba retirando y dejaba paso
a ese universo claro y diáfano de soledad a la que se enfrentaba.”
Saludos y no dejéis de leer.