El pasado día 13 de noviembre, fue un día muy especial para
mí. De esos días que empiezan de forma normal, y la vida, por una vez se porta
bien contigo.
Una buena amiga virtual, Mayte Esteban, me avisó que Víctor
del Árbol, venía a Málaga a una charla en el Instituto Municipal del Libro.
No me lo podía creer.
Hacía solo unos días, acababa de leerme Un millón de gotas, que había removido hasta la última célula de mi
ser, dejándome exhausta emocionalmente. Quería conocer a la persona que era
capaz de estremecerme de esa manera.
Como una loca me metí en internet, para averiguar hora,
lugar y demás, y... no encontraba nada. Llamo al museo, no saben nada. Y como
twitter no es santo de mi devoción, sitio por el que se habían enterado del
evento, no podía averiguar exactamente los datos…
Por fin en el mundo virtual encontré una pequeña invitación
informando de los detalles, con la foto de una zapatería como fondo de la
noticia. Un poco surrealista, pero al menos me lo confirmaba. Estarían allí en
el ciclo “Panorama de Nuevas Narrativas”, a las ocho.
Decisión: de cabeza a Málaga, estaba claro. Cogí los dos
libros de bolsillo que de él tenía, y con la rabia de pensar que ese gran libro
que es para leer y releer, Un millón de gotas, lo había tenido que devolver a
la biblioteca, me coloqué una sonrisa de oreja a oreja y para Málaga. Creo que
nunca se me han hecho tan cortos los kilómetros, y el hecho de que el cielo
estuviese negro y amenazase lluvia, no me importó en absoluto. Para mí solo
había luz.
Encontrar aparcamiento a la primera en pleno centro y frente
al mar, ya era un pequeño milagro, poder ver como las sombras jugaban con los
claroscuros del mar, un privilegio. Y la lluvia amenazaba, pero no hacía acto
de presencia.
Qué mejor forma de hacer tiempo que dar un paseo, callejeando puesto que hasta la temperatura era anormalmente alta, y para remate una visita a un par de museos. ¡Me gustarán a mí los museos!
Sentada, no en primera fila, pero si en segunda, esperaba el
momento de escuchar a Javier Sebastián,
Víctor del Árbol y como moderador el
director del IML, Alfredo Taján Ávila. Estaba bastante sorprendida al ver que no
estaba llena la sala. No lo entendía, creía que estaría lleno. Ilusa de mí
hasta había preguntado por el aforo, por si no podía entrar.
Y comenzó el encuentro, sobredosis de literatura, formas de
ver la violencia, formas de escribir, formas de pensar, desvirtualización de
escritores, mientras yo, lectora voraz, y sin ninguna pretensión de escribir,
me iba sintiendo pequeñita, pequeñita.
Y terminó la charla, y me moría de ganas de hablar, de preguntar, y sacando fuerzas de donde en ese momento no las tenía, le pregunté por su relación con los lectores, a través de las redes sociales, y me identifiqué como aquella que con dolor de alma tuvo que devolver el libro a la biblioteca, y no podía leer y releer su libro, por falta de eso que no da la felicidad pero ayuda.
Y de repente, un hada madrina, por detrás de mí, me puso en
mi regazo los libros de los dos escritores y me dijo, para ti.
El reflejo de la más absoluta felicidad de esa noche, quedó plasmada en varias fotografías, una de ellas, creo que refleja de modo fiel lo que emanaba de cada uno de los poros de mi piel.
No se puede describir con palabras, al menos yo no puedo, lo
que sentí en ese momento, solo puedo decir que la gratitud y la emoción se
desbordaron por mis ojos.
En mis manos dos tesoros. Y yo llorando... y riendo, como
una temblorosa cenicienta a la que han concedido un deseo.
El resto, una nube, una nube de felicidad, en la que
flotando le di las gracias a mi hada madrina, Alfredo Taján, charlé con Javier
Sebastián, autor de Los puentes de Vauxhall, al que por desgracia hasta ese
momento no conocía, y al que prometo seguir desde ahora.
Los minutos eternos y voraces, en los que hablamos fuera con
Víctor, donde demostró no solo que es buen escritor, sino que además es
magnífica persona, no creo que los olvide nunca. Me firmó mis modestos libros
de bolsillo y mi nuevo tesoro, a pesar de que llevaba su mano bastante
perjudicada. Y nos despedimos.
El reflejo de la más absoluta felicidad de esa noche, quedó plasmada en varias fotografías, una de ellas, creo que refleja de modo fiel lo que emanaba de cada uno de los poros de mi piel.
Por momentos así vale la pena
todo. Por momentos así se puede transitar por la vida, porque dan ilusión y
esperanza.
Mi camino de vuelta fue cómico, llevaba una sonrisa de oreja
a oreja, tan exagerada y tan patente, que la gente escasa con la que me
encontré, me miraba raro. Pensarían que iba drogada, pero no de pastillas o
coca y sí de felicidad, libros y literatura.
A mi hijo se lo conté atropelladamente por teléfono, dejándolo
sordo, intentando hacerlo partícipe de algo que él no podía llegar a entender.
Por último el colmo, mi colmo: Conseguí salir de Málaga sin
perderme dos o tres veces, como normalmente me ocurre. ¿Se puede ser más feliz?
Sí, se puede...
Cuando llegas a tu casa, miras las dedicatorias, acaricias
los lomos, lees, los hueles, te los llevas a la cama, y arrobada los miras en
la penumbra mientras intentas dormir, sabiendo que son tuyos, y que mañana
seguirán ahí, para leer y releer esos pasajes que te han marcado, ya, para
siempre.
Sólo unos pocos me entenderán, pero yo necesitaba contarle
al mundo el sueño cumplido de una noche de otoño.
La crónica de una noche de limpia felicidad.
Saludos y nos vamos leyendo.
Yo te entiendo y te envidio, y doy gracias por haber tenido la suerte de tropezar con la información y haberme acordado de que a ti te pillaba muy cerca. Por haber contribuido a ese pedacito de felicidad que entiendo a la perfección. Yo también me habría sorprendido por encontrar sitio.
ResponderEliminarGuarda esos tesoros, los libros, las fotos y las sonrisas.
Besos, Mari!!!
Gracias a ti, por ser la artífice de mi sueño cumplido, y por haberme recomendado el libro !! Besos
EliminarGracias por compartir tu felicidad con nosotros. Es muy bonito, y sí se entiende...como lector es maravilloso poder compartir ese corto espacio de tiempo en el que oyes hablar al que engendró lo que motivó esa historia que te ha conmovido, te ha llenado y te ha sacudido quedándose en tu interior por siempre jamás. Sin duda es un momento para recordar, y cada vez que abras ese libro y veas que las páginas amarillean y la tinta sigue envejeciendo atrapada en la página recordarás esa mágica tarde en que fuiste muy feliz al conocer a ese autor y a tu hada madrina. Un abrazo.
ResponderEliminarA ver cuando te conozco a ti. Jajaja.
EliminarSí, es una felicidad tan grande que se tiene que compartir para no explotar. Un abrazo.
Que envidia me das. Me hubiese encantado ir.
ResponderEliminarLos hados del destino y las casualidades, que por una vez se aliaron a mi favor. Un abrazo
Eliminar¡Menuda crónica! Aparte de emocionante, y estar muy bien narrada, lo mejor es que destila, o mejor, rezuma felicidad. Tiene algo de mágico poder contactar físicamente con alguien con el que has conectado previamente a través de sus palabras o emociones impresas en papel. Me alegra mucho que hayas podido realizar ese sueño.
ResponderEliminarLas fotografías que acompañan son muy bonitas. ¡Qué maravilla! Cuantas sonrisas. Gracias por compartirlas y hacer extensible tu dicha.
Lo mejor que tienen las redes sociales es poder conocer a los autores. Ponerles voz y gestos cuando los desvirtualizas, ya es el colmo, sobre todo cuando los admiras tanto.
EliminarYa sabes, a ver cuando te toca a ti.
Un abrazo muy fuerte.
Una crónica muy emotiva, Mari. Me alegra verte tan feliz, y esas fotos y tus palabras son la mejor demostración, y ya tener los libros en papel, el no va más.
ResponderEliminarBesos.
Desde luego que trasmites alegría con tu relato. Felicidades
ResponderEliminar¡¡Qué suerte nenaaa!!!,ojalá todo eso hubiese sido en Sevilla y tu vivieras aquí,hubíesemos ido juntas,porque yo,añ igual que tú,disfruto mucho de esos momentos únicos e irrepetibles.Me alegra muchísimo verte feliz linda,sobre todo por cosas tan bonitas como ésta ;) :).Un besote grande para tí.
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