Hoy no traigo reseña, traigo unas reflexiones acerca de una
semana muy activa literariamente hablando.
Para comenzar, el pasado jueves día 16 de Abril, tuve la
inmensa suerte de poder asistir en Málaga a la presentación de Un hijo de Alejandro Palomas, un autor que conocí el año pasado y al que desde
entonces admiro profundamente, como escritor y como persona, porque sus
conversaciones con Rulfo son una delicia, y alguien que escribe así te gana el
corazón. En el blog podéis ver varias reseñas.

Llevaba fresca la lectura de su libro, un libro que devoré
en pocas horas y que ahora estoy releyendo, con esa calma que necesita la buena
literatura. Apuntando las reflexiones que ya hice, empapándome de la magia que
transmite. Y me quedé sin palabras, no era capaz de hablar, de hacerle las mil
preguntas que rondaban en mi cabeza, sólo fui capaz de escuchar y disfrutar de
los instantes que nos regaló.

No le conté, todas las preguntas que pasaban por mi cabeza,
intentando averiguar, qué es lo que falla en el sistema. Donde se corta la
cadena por la que una obra tan bella como la suya al final no llega al público
de a pie.
Y con un nudo en el estómago y en la garganta, de vuelta a
casa me senté en el parque intentando procesar lo que había vivido en esas
horas.
Al día siguiente, 17 de abril, volví a Málaga, suele ocurrir
que tras meses de sequía cultural, todo se apelotone.

En este caso, la autora nos habló de su libro y sobre todo
de sus personajes, porque se trata de un libro con unos personajes muy bien
armados, y sobre todo de sentimientos, y de actitudes en la pareja.

Con ella estaba su editor, Raúl Lepe, que nos hizo ver el
porqué de la edición del libro, del aprovechamiento de la fiebre de novela
erótica, para dar a conocer otras obras, que aun teniendo sus escenas más
subidas de tono, muy elegantemente contadas, todo hay que decirlo, no hubiesen
tenido mercado en otra coyuntura, y aprendí mucho, de muchas cosas. Fue muy
enriquecedor.
Mientras volvía a casa, no podía dejar de darle vueltas a
todo lo que había descubierto, del libro, del panorama literario, y de mí.
Y el pasado martes, 21 de abril, coincidiendo con los actos
de la Semana del libro, no llega al nivel de feria aún, vino a mi ciudad Javier Sierra, autor de varios libros,
y que en este caso venía a presentar La
pirámide inmortal.
Desde que llegué ya se notaba la diferencia, este sí que es
un autor famoso, pero no tanto por sus libros,(como pude comprobar en la cola,
sí cola, sorprendentemente), como por sus artículos en revistas y su
participación en el programa Cuarto milenio.
Todo fue radicalmente diferente, me encontré todos sus
libros reeditados, yo ya me los leí cuando no era tan famoso, la gente era la
que aportaba la pasión y había lleno total.
Pero lo mágico, fue cuando comenzó a hablar, su forma de
hablar, tiene muchas tablas, su forma de hacerse con el público, su carisma,
hicieron que el acto se convirtiese en una conferencia muy interesante, que me
hizo plantearme leer este libro, que sí que seguro encontraré en la biblioteca.
Y esta vez cuando volví a mi casa, lo que pensaba, y lo que
sigo pensando, es en lo diferente que es para los autores llegar a los
lectores, los prejuicios que podemos tener ante diferentes tipos de lecturas,
lo heterogéneas que son las armas con las que se juegan en el mundo del libro
para llegar al consumidor final.
Pero hay algo que es común a todos ellos, la pasión por lo
que hacen, la pasión por lo que les gusta, el amor por los libros.
Y con eso es con lo que me quedo en este día de resaca tras
el Día del libro, me quedo con mi amor por los libros, mi amor por la
literatura y mi amor por las historias que me enseñan, que me hacen vivir otras
vidas y que hacen que mis entrañas se estremezcan.
Y esta es mi larga reflexión que necesitaba hacer hoy, para
poder plasmar un agradecimiento.
Gracias a los escritores que me hacen soñar.